Las madres se pasan la vida repitiéndonos una y otra vez lo mismo: abrígate, vas a llegar tarde, a que voy yo y lo encuentro....
Como este es el segundo cumpleaños que paso lejos de mi madre he decidido enviarle desde Inglaterra una tarjeta multimensaje recordándole toooooodas las frases que me solía decir a diario (para que no se le olviden, aunque apuesto a que las utiliza con mis hermanos a diario, al menos con el pequeño).
Os dejo el vídeo del proceso por si os da alguna idea y algunas de las múltiples frases que he escuchado a lo largo de mi existencia día tras día:
Abrígate: frase por excelencia utilizada en cualquier momento del día y época del año. Todo sea por no pillar un catarro.
La parte negra del plátano es la mejor: mentira universal utilizada por mi madre para evitar que desperdiciáramos comida. Intentaba hacernos creer que era la mejor parte porque era la más dulce. (Nunca me lo llegué a creer....)
Porque lo digo yo y punto: forma "diplomática" que utilizaba mi madre durante mi infancia y que básicamente quería decir que cerrase mi boca y dejara de preguntar.
A que voy yo y lo encuentro: el único truco de magia que sabía y sabe mi madre. Eso sí, a la perfección (siempre lo encontraba y te hacía quedar mal....)
Y si tu amiga se tira por un puente tú también?: una de las frases más estúpidas. Suele ser utilizada para ridiculizar una acción que estás imitando de alguien (normalmente de una amiga) y que obviamente carece de sentido porque jamás te tiraría por un puente....
Levántate que no llegas: es una especia de alarma que suena como tres horas antes de la hora a la que programaste el despertador. Cuando tu madre entraba en tu habitación a decirte levántate que no llegas a las 6 de la mañana, a pesar de que las clases comienzan a las 9.
Algunos me estáis preguntando por qué tardo tanto en publicar. La realidad es que Adrián y yo hemos ido a Turquía por nueve días. Teníamos muchas ganas de conocer ese país ya que mucha gente nos había dicho que era precioso. Estuvimos primero en Estambul y luego en Capadocia. Aquí os dejo mi experiencia (sólo es mi punto de vista) y por supuesto algunas fotos. Sólo algunas porque tomamos como 1000 :)
Estambul es una ciudad enorme y basada principalmente en el comercio. Los turcos son personas extremadamente amables y que hacen todo lo posible porque te sientas a gusto. Sin embargo, para mi, que soy una persona muy tranquila y reservada, caminar por lo bazares fue todo un reto. Bastaba que te fijases en algo para que fueran corriendo a decirte: good price, how much, how much.... y si decías que no estabas interesado te seguían insistiendo y regateando.
Santa Sofía
A pesar de ser una ciudad donde destaca la pobreza (mucha gente sin hogar y pidiendo en la calle, edificios destartalados, vehículos antiquísimos, familias paupérrimas) y donde probablemente robar sea una auténtica necesidad, es una ciudad muy segura.
La ciudad está llena de impresionantes mezquitas. Se supone que Santa Sofía y la Mezquita Azul son las más exuberantes, pero para mi todas eran espectaculares. Incluso, los dos primeros días las confundían, pues me parecían tan preciosas que pensaba que todas eran la Mezquita Azul.
Estambul no duerme, siempre hay alguien en algún rincón vendiendo, pescando, paseando y las carreteras no descansan. Entre las 5 y las 6 de la mañana los rezos te despiertan, pero en realidad me gustaba.
El Estambul europeo
Una de las mejores cosas de Estambul fue el bocadillo de caballa que nos tomamos al lado del Bósforo al atardecer, desde donde se podía ver la inmensidad del Estambul asiático.
Globos en Capadocia
Por supuesto los dulces árabes estaban buenísimos, especialmente aquellos llamados baklavas (nombre que no conseguí aprender hasta el último día del viaje) y otro postre que no recuerdo el nombre pero que la traducción en inglés era rice pudding, del cual sigo buscando su receta desesperadamente.
Tras unos días en Estambul volamos a Capadocia. Capadocia es una región central de Turquía, exactamente en la región histórica de Anatolia central.
Sin duda me gustó más que Estambul. Pequeños pueblos se asientan sobre algunos de los paisajes más bonitos que he visto. Se respira paz y tranquilidad. Gran parte de la población se dedica al turismo, por lo que se preocupan de que tu estancia sea buena, que disfrutes del viaje y que compres souvenirs.
Mermeladas de Sakli Konak
Nosotros nos hospedamos en un hotel al que quiero dedicar algunas líneas, ya que fue sin duda el mejor hotel en el que he estado. Se trata de Sakli Konak, un hotel con muy pocas habitaciones regentado por una pareja que ha dedicado gran parte de su vida a este proyecto. Él es iraní y se desvive por sus huéspedes, las habitaciones eran preciosas a la par que cómodas. El desayuno, por supuesto, cuidado de la misma manera que las habitaciones. Una gran selección de alimentos y bebidas, biológicos, de la zona y de productores minoristas.
Capadocia es conocida por sus paseos en globo, aunque nosotros no montamos, el espectáculo desde el suelo también es maravilloso.
Kangal mirando los globos aerostáticos
También nos gustaron mucho las ciudades subterráneas. Ciudades excavadas bajo la tierra. Capadocia está lleno de estas ciudades, sin embargo yo sólo pude entrar en una y a duras penas porque caminar por ellas es claustrofóbico. Andas por túneles por lo que tienes que ir prácticamente de cuclillas y con apenas luz (demasiado para mi).
Otra cosa que me encantó (como era de esperar) fue ver a los perros típicos de Turquía, llamados Kangal. Son perros de guardia, pero muy amistosos y tranquilos que nos solían seguir en busca de caricias.
La puesta de sol en Rose Valley también mereció la pena. Se llama rose debido a que el color de la tierra se colorea ligeramente de rosa cuando el sol se pone. Allí encontramos a una novia tomándose una sesión de fotos no sólo por parte de su fotógrafo, sino por gran parte de los turistas (incluido nosotros).